(Segunda
Entrega)
Convencido
de que aquello no era más que una inspiración de mi desbocado
ingenio, decidí estirar las piernas. La doctora siempre recomienda
el ejercicio físico para la cura de todos los males, incluso los
psíquicos. ¿Y qué daño podría hacerme un paseo bajo la fresca
sombra de los plátanos?
A
los pocos pasos de mi lacónico caminar di con un árbol de arterias
retorcidas. El tronco parecía viejo y tenebroso. Aquella presencia
vegetal me espantaba, pero tuve la necesidad de acercarme. La mimosa,
si es que eso era, estaba habitada por millones de hormigas. En su
desenfrenado caminar, sobre y entre las grietas de la madera, una
enorme cabeza, sin cuerpo ni patas, patrullaba, si es que no dirigía,
aquella locura colectiva.
|
Cabeza de hormiga. PALOMO |
|
Aquella
ciudad estaba dirigida por una cabeza dictatorial de
largas y
afiladas mandíbulas que miraba impasible a su multitudinario pueblo.
Esta
visión me horrorizó y eché a correr.
[CONTINUARÁ]