Realidadecolores

realidad.papelillosdecolores@gmail.com somos Leti Sha y Elena V. Martin. Fotografiamos y re-contamos la obra del escultor Juan Antonio Palomo. Puedes seguirnos también en nuestra página de facebook: https://www.facebook.com/#!/realidadecolores
¡Qué lo disfrutes!



jueves, 23 de enero de 2014

ENTREMESES



EMPATÍA

Un derroche de aptitudes carmesí me llevó a enfurecerme.
Exploté.
Desintegré las fronteras del cuerpo humano.
Deshilaché la cordura para desatar mi verdadero yo.

Ya no hay conflictos morales en mi interior.
Ya no cedo el asiento del metro.

Ahora te siento, te miro a los ojos y mis entrañas te rozan.
Ya no hay desconfianza, ya no hay recelos.

miércoles, 8 de enero de 2014

FINALES DE LA SERIE "INSECTOS"

Final A


Nadamos en un túnel

fuera del tiempo

líneas y reflejos

espectros puntuales

la mueca de la mañana

el armadillo avanza

Tarkus

toda la realidad desplegada

Dios móvil

verjas y vectores

eso ven

y los escaparates

refulgentes y vacíos

mirando a destiempo

no directamente

devoran momentos de silencio

de soledad

matriz tiempo

el armadillo inmóvil

desplegadas. Desplegadas

y el ojo que duerme


Final B

Entresijos de metal. Verjas oxidadas. Y el trasegar de los escarabajos al círculo más oscuro del Infierno.
Saben qué buscan: inocular sus venenos, contagiarnos su locura. Qué jamás volvamos a sentirnos seguros. Y nuestro suelo se transforme en húmedo papel, frágil, a punto de ceder bajo los pesados pies. Nuestra caída será por siempre una frenética espiral que nos hunda aún más en la ciénaga. Y toda nuestra vida será un constante embriagarnos de lo que no es, del barro de lo invisible... 
Realidades imprecisas de límites difuminados. De amores marchitos. De dolores drogados.

Final C

Tú me pediste un cuento y yo te lo di, miserable mortal.

Te di una historia demente, de envidias, celos y miedos humanos.
Bajo mi imagen kafkiana logré engañarte. Pero ahora vuelvo a mi mundo, recuperado mi mecanismo de bronce. Y te abandono lleno de dudas, afeado el rostro por una mueca de asombro e ignorancia de los secretos de la vida.

                     Uno, dos, tres, ¡DESPIERTA!

Final D 

Desde que alcanzó la madurez había conocido muchos insectos y aunque la mayoría estaban demasiado ocupados cortando alguna hoja, excavando en el suelo o realizando alguna otra poco divertida tarea de hexápodo, otros, sin embargo, habían dejado una intensa impronta en su pequeño corazón. Echaba carreras con un saltamontes de un verde tan brillante que casi cegaba sus negros ojos compuestos, las sigilosas libélulas del sauzal jugaban con ella al escondite entre fragantes alisos y fresnos trasmochados y las abejas que faenaban en los brezos de más arriba en la montaña, donde no crecen los arboles, bailaban a su alrededor describiendo elegantes figuras acrobáticas con su majestuoso vuelo (Contrariamente a lo que se piensa las abejas no están obsesionadas con el trabajo y nunca desperdician una buena oportunidad para divertirse).

Pero claro, hay cosas que solo pueden entender otros escarabajos, y entre todos ellos solo su mejor amiga las entendía todas. Se conocieron en un tranquilo rincón de un tranquilo jardín, al píe de un forjado de hierro que proyectaba unas suaves y relajantes siluetas en el suelo cuando los humanos encendían sus pequeños soles tras el ocaso. Aquel día estaban tristes, llevaban un rato cerca la una de la otra fundiendo su melancolía con los colores de la noche sin percatarse de que estaban haciéndose compañía. Hoy no conseguía recordar como empezaron a hablar ni de que hablaron pero no pararon hasta el amanecer. Al día siguiente se había empezado a formar un vínculo tan fuerte que aun hoy, siguen viéndose junto a la valla como aquel primer día.
Bajo aquel herrumbroso forjado habían pasado horas y horas juntas, interminables charlas donde igual arreglaban todos los problemas del bosque en un rato que reinventaban por completo la poesía. Sus quitinosos caparazones, endurecidos y sellados por la pérdida de ilusión que conlleva el paso del tiempo y las amargas decepciones de la vida se abrían de par en par cuando compartían aquellas noches de verbo suelto y luz sin estrellas. Aquel tranquilo rincón de aquel tranquilo jardín era un pedacito de cielo en la tierra, un oasis de sosiego en un mundo cruel, duro e inabarcable. Un rincón tan especial que incluso habían visto a un par de humanas fotografiándolas en él un par de noches atrás. Estaba segura que hoy no les faltaría tema de conversación. ¡Qué raros son estos humanos!